Los severos comentarios acerca de la aceptabilidad del cuerpo crean una nación de altas muchachas encorvadas, mujeres bajitas sobre zancos, mujeres voluminosas vestidas como de luto, mujeres muy delgadas empeñadas en hincharse como víboras y toda una serie de mujeres disfrazadas. Destruir la cohesión instintiva de una mujer con su cuerpo natural la priva de su confianza, la induce a preguntarse si es o no una buena persona y a basar el valor que ella misma se atribuye no en quién es sino en lo que parece. La obliga a emplear su energía en preocuparse por la cantidad de alimento que ha comido o las lecturas de la báscula y las medidas de la cinta métrica. La obliga a preocuparse y colorea todo lo que hace, planitica y espera. En el mundo instintivo es impensable que una mujer viva preocupada de esta manera por su aspecto.

¿ Y si, como en los cuentos de hadas de las formas cambiantes, el cuerpo fuera un dios por derecho propio, un maestro, un mentor, un guía oficial? ¿Qué ocurriría entonces? ¿Es sensato pasarse toda la vida castigando a este maestro que tiene tantas cosas que dar y enseñar? ¿Queremos pasarnos toda la vida dejando que otros quiten el mérito a nuestro cuerpo, lo juzguen y lo consideren defectuoso? ¿Somos lo bastante fuertes como para rechazar la línea telefónica compartida y escuchar con verdadero interés lo que dice el cuerpo como si éste fuera un ser poderoso y sagrado?”

Material de apoyo:

Autor: Clarissa Pinkola Estés, Traductora: M. Antonia Menini, Título: Mujeres que corren con los lobos, Fecha de impresión: Julio 2020,Editorial: B

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