Cuento – Mi hogar

¿Qué es mi hogar? Lo he buscado por años en paredes de cemento, personas, calles y objetos. En algunas ocasiones, a causa de la inocencia, era encerrada como jilguero en alguna jaula. Unas fueron de hierro, otras de madera y unas más de oro. 

Afortunadamente, no pasaba mucho tiempo y podía escapar, cada vez duraba menos tiempo en esas trampas, pero en las huidas, se rasgaban mis alas, mi piel y corazón, pues en los intentos de abrir los barrotes se quedaba algo de mi esencia e inocencia en ellos. Así que decidí no regresar más a esas jaulas que se decían mi hogar, ni siquiera por un poco de semillas para sobrevivir, preferí el hambre a la herida.

De pronto me vi vagando en un gran desierto casi sin fuerza, sin embargo, algo me mantenía de pie, algo me llamaba, pero no sabía que era, solo podía sentirlo, así como el ciego siente al sol, pero no lo ve. En mí caminar por el desierto me encontraba con brazos frágiles, besos de mentiras, cartas vacías y un sin fin de pozos y trampas que buscaban mi errar para que me desmoronase.

Por fin me cansé y pare, suplicando a los buitres me desgarraran rápido para no sentir tanto dolor mientras me comieran, pero me ignoraron y solo me observaban, ni siquiera eso merecía.

En el último aliento, la desesperación y locura me consumían, entonces observe una LUZ que me asustó porque no sabía que era, trate de alejarme de ella, pero fue imposible, la LUZ ya estaba pegada en mí. Como toda buena acción humanista, la LUZ espero paciente a que el miedo se me pasara y poco a poco me alimento y dio de beber.

Llevaba ya, mucho tiempo sin alimento y en un modo supervivencia. 

Cuando por fin se ganó mi confianza, le platique mis penas, mis enojos, mis vergüenzas, mis errores, mis heridas, todo lo que las personas malas me hicieron y el cómo llegue a este gran desierto.

Así la LUZ, por meses, se sentó y me escucho paciente, mis risas y mis llantos, uno a uno, los fue repasando como si también lo hubiese vivido ella misma, la empatía y compasión no cabía más en el espacio entre la LUZ y yo.

Cuando por fin me desahogue, descubrí que llevaba mucho tiempo hablando de mí y no deje que la LUZ se presentara  y me diera su nombre, SOY, el YO SOY me dijo, tu alma gemela.

¿Mi alma gemela?, me burlé y le dije: pero yo estoy COMPLETAMENTE SOLA. Me dijo que siempre ha estado allí, pero que jamás había parado para escucharla, pues ella solo se encuentra en el silencio y siendo sinceros es que por años, si no es que toda mi vida, jamás había tenido el silencio y la quietud, ni de cinco minutos, para contemplar  y darme cuenta de que era ella la que me decía espera, avanza, no me gusta, escucha, respira, disfruta, confía, no hagas, etcétera.

¡Por supuesto que no!, le grite, yo solo escuchaba que: “no servía para nada, que estaba sola, que no me amaban, que no era lo suficientemente dulce, hermosa o buena y que no confiará en nadie, me decía una y otra vez“.

Si también lo escuche, me respondió LUZ, desgraciadamente alimentabas más al miedo, con el ruido de afuera que a mí con el silencio. Me alegra mucho que por fin llegaste.

Cuando limamos perezas ella y yo, por fin, voltee a ver lo había en mí alrededor para saber donde me encontraba  parada y oh sorpresa, tierra por todas partes y unas cuantas hierbas malas por allí.

Me dijo que eso tenía solución y sobre mis manos puso semillas, pero que dependía de mi plantarlas. Señalo una mesa y me dijo que las herramientas que necesitaba se encontraban encima de ella y que de mí dependía sembrar en todo ese terreno, TAN GRANDE y vacío, semillas

Pensé que difícil, después me detuve, contemple, dude, renegué, pero puse manos a la obra, con cada hoyo una promesa y una semilla plantada. Unas bien plantadas, otras no tanto, pero continué. Cuando por fin acabe devastada y cansada, simplemente no ocurrió nada, la tierra seguía completamente igual, entonces me enoje tanto y me frustre, que llame a LUZ y ya no estaba, también me había dejado. 

Llore y llore tanto que un río nació de mis lágrimas, entonces bebí de él y continúe llorando. Que me impulsaba a beber, no lose, solo lo hacía por instinto, supongo. Llore y llore más, y solo podía quejarme del sol, pues me quemaba la piel y no me dejaba llorar a gusto e inundarme en mi victimismo y depresión

Pasaron los meses y cuando por fin me canse y me rendí, levante la mirada y me hice consciente de que las lágrimas me construyeron unas lentes nuevas incrustadas en mis ojos y oh sorpresa, magia por todos lados. Flores, árboles, pájaros, quetzales, nubes, mariposas que en vuelo desprendían luces semejantes a las hadas, aire, agua, tierra y un sol en señal de fuego que alimentaba un hermoso jardín Zen que había nacido

Estaba tan ocupada llorando, como toda buena creadora, que no me percate que estaba regando un jardín. Cuando por fin me calme y respire contemple lo que siempre busque MI HOGAR frente a mis ojos y era real, sin barrotes, ni jaulas, ni colores grises. 

Solo un cielo que se inundaba de colores pasteles y un arcoíris como promesa de que el hogar siempre permanecería en mí.  Mire más arriba y observe que LUZ también se encontraba en una metamorfosis junto a mí, y en ello se convirtió en el SOL para mis plantas y vida, jamás me dejo como yo pensé, solo evolucionó en un inmenso poder.

Ahora la llamo RESPLANDOR como la promesa del reflejo de la LUZ ETERNA que me alimenta día a día, uno por uno, sin prisa y sin miedo.

Hogar, el que siempre estuvo en mí. 

Dice la leyenda que jamás volvió a sentir ganas de huir, tomo un descanso de todo lo que no se permitió descansar durante años y ahora camina, sin prisa, hacia la nueva aventura que le espera en su nuevo hogar.

Por: Arely Olivares, con AMOR.

1 comentario

  1. […] lo personal, unos de mis mayores miedos era el “quedarme sola”, pues desconocía el inmenso regalo que ello esconde. Inconscientemente, muchos le tememos a este […]

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